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| Foto Whats App - San Raimundo Granada (Cundinamarca) |
Normalmente en Colombia y para esta época -octubre, noviembre y parte de diciembre- se presenta la segunda temporada de lluvias.
Derrumbes, inundaciones y avalanchas han sido a lo largo de los tiempos la constante en un país donde la ejecución de presupuestos públicos siempre han estado más controlados por los intereses electoreros que por las necesidades de las comunidades y los territorios.
La ciudadanía se ha acostumbrado a que por esta épocas las principales noticias muestran las desgracias y el sufrimiento vivido por quienes han sido las víctimas tradicionales del “clima”, estas victimas luego se convierten en el objetivo de quienes aspiran a ocupar cargos de elección popular. El invierno y el verano han sido en Colombia elementos motivadores de las campañas políticas electorales.
Ahora hay una diferencia. La intensidad en tiempo y fuerza de cada evento climático se ha profundizado, llevando a aumentar las perdidas económicas y de vidas. Afortunadamente el país ha entrado en otra dinámica, la ciudadanía es un poco más consciente sobre la necesidad de impulsar medias y actividades para mitigar los efectos del cambio climático, ahora, las personas entienden con más claridad el desarrollo del clima. También el gobierno con toda su estructura comienza a implementar políticas serias para contrarrestar al máximo los efectos de las intensidades climáticas.
Planear las inversiones desde las comunidades. Definir estrategias preventivas. Coordinación de los entes locales, regionales y nacionales ayudará poco a poco a que el exceso o la falta de agua sea “manejable” por las comunidades.
El desarrollo de los Diálogos Regionales Vinculantes permiten que en cada región, la ciudadanía vincule en el presupuesto nacional los proyectos necesarios para enfrentar con mayor capacidad de sobrevivir a los desastres naturales.
El no prestar atención, llevará a que situaciones presentadas en los últimos días se conviertan en catástrofes. Para la muestra; el susto, la angustia vivida por los habitantes de la vereda San Raimundo en el municipio de Granada (Cundinamarca) el miércoles 26 de octubre, cuando toda la tarde la región del Sumapaz fué azotada por la lluvia torrencial.
