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¿Para qué sirve el desmayo?

Los mareos y desmayos no son una enfermedad como tal, sino que se trata de síntomas, y no de un problema de salud grave, en la mayoría de los casos. Sin embargo, sí que es importante conocer por qué se producen y cómo actuar cuando suceden.


El mareo es en realidad un concepto algo impreciso que se presenta como una combinación de varios síntomas. Ente ellos predominan el vértigo, que es la sensación de movimiento rotatorio del entorno o de uno mismo, y la sensación de confusión, como si se estuviese flotando.

Por su parte, el desmayo es el término coloquial que utilizamos para referirnos al síncope. Este se define como la pérdida momentánea del conocimiento por una disminución del flujo sanguíneo al cerebro, caracterizada por tener un inicio brusco, duración corta y recuperación espontánea.

¿Qué causas pueden provocarlo?

Es posible enumerar varias causas o situaciones que pueden provocar un desmayo:

- Problemas cardíacos.

- Cambios bruscos de postura (pasar de estar tumbado o sentado a estar de pie), que pueden producir hipotensión ortostática, que es una bajada brusca de la tensión arterial.

- Bajada de azúcar en sangre.

- Consumo de ciertos fármacos, alcohol o drogas.

- Dolor.

- Estrés.

- Angustia y miedo.

- Esfuerzo en el uso del inodoro (defecación y micción).

- Ejercicio físico de alta intensidad.

- Tos y estornudos con fuerza.

- También pueden darse durante la digestión.

- Existe una serie de signos y síntomas, denominados presíncope, que pueden presentarse antes del desmayo y que pueden alertar o avisar a la propia persona o a su entorno de que va a producirse un desmayo. Es fácil notarlos, y entre ellos se encuentran: nerviosismo, debilidad en las piernas, malestar general, sudoración fría, palidez, inestabilidad, náuseas, alteraciones visuales (visión en túnel), zumbidos en los oídos y disminución de la frecuencia cardíaca.

 Una vez producido el síncope, se deben llevar a cabo las siguientes actuaciones:

- Colocar al paciente en un lugar seguro y tranquilo.

- Revisar la vía aérea para comprobar la respiración.

- Levantar los pies por encima del nivel del corazón para favorecer el flujo de sangre hacia el cerebro.

- Aflojar las prendas de ropa que aprieten al afectado.

- Si se presentan vómitos, colocar a la persona en posición lateral de seguridad para evitar un atragantamiento.

- Mantener a la persona en reposo y en un ambiente tranquilo hasta su completa recuperación. Una vez que la persona esté recuperada, es importante que la incorporación la realice paulatinamente.

- Si no recupera la consciencia o no respira, hay que llamar a los servicios de emergencias y comenzar las maniobras de reanimación cardiopulmonar.
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